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POLÍTICAS UNIVERSITARIAS EN ÉPOCA DE PANDEMIA. LA UNIVERSIDAD Y SU PERSPECTIVA DEL INDIVIDUO (PRODU

La pandemia de COVID-19 por el nuevo virus SARS-CoV-2 constituye un fenómeno global producido por el capitalismo (una más de sus crisis); esto es, más allá de su realidad como hecho biológico, la pandemia es un hecho fundamentalmente social, que atañe y trastoca a toda la colectividad ―pandemia significa “todo el pueblo” en griego―. De modo que los efectos de la propagación del coronavirus a nivel planetario están condicionados por el marco económico y político dominante: éste imprime su carácter en cada uno de ellos, estructura su impacto en las distintas dimensiones de la vida humana y no humana. Expone a la luz de manera incontestable la naturaleza perniciosamente contradictoria del mundo que habitamos al agudizar sus tensiones funcionales. Conviene recordar algunos de sus estragos: todavía más desempleo, todavía más precarización, todavía más incertidumbre ante el futuro, exacerbación de condiciones psicológicas, exacerbación del control de la sociedad, exacerbación de las prácticas de lucro que entrañan intereses económicos defendidos por unos cuantos (piénsese en el caso de algunas empresas en México y su negativa a suspender actividades sin menoscabo del salario de sus trabajadoras y trabajadores), etcétera. Se cae la máscara, las simulaciones quedan evidenciadas, y esto sucede ante los ojos de todas y todos.

A quienes su trabajo consiste en representar a una colectividad y tomar decisiones en su nombre se les exige la mayor seriedad y consciencia del contexto arriba expuesto. Estos no deberían de perder de vista la dimensión social y las posibles consecuencias que, eventualmente, acompañen sus decisiones para la vida de las personas, por lo que deben reconocer las condiciones específicas de su ámbito de acción, los recursos disponibles para hacerle frente a la pandemia, amortiguar sus consecuencias y elaborar un proyecto con miras a lo que nos aguarda después del período de pandemia: ¿Qué tipo de vida queremos? ¿Qué componentes de la sociedad, tal y como está configurada actualmente, ya no deseamos? ¿De qué medios disponemos para llevar a cabo el proyecto? ¿Cuáles haría falta construir?

La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) ha dejado mucho que desear desde el inicio de la pandemia en México. En los últimos tiempos, la UAM ha ido perfeccionando y acentuado su relación con el neoliberalismo, es decir, ha ido convirtiéndose cada vez más, con cinismo y autocomplacencia, en una empresa. Así cobra sentido que la institución haya procedido de manera indolente a la hora de sopesar las condiciones reales del contexto mexicano para enfrentar la pandemia, omitiendo que los recursos materiales para satisfacer las necesidades básicas juegan un papel de suma importancia. Por ello, obvia que la mayoría de las familias apenas alcancen a cubrir los gastos de los bienes necesarios para su subsistencia y, en muchas ocasiones, ni siquiera lleguen a disponer de la canasta básica (esto incluso en situación de normalidad). Así, la UAM minimiza y soslaya la desigualdad rampante de nuestra sociedad al tomar decisiones para enfrentar la crisis sanitaria. Una crisis que, dicho sea de paso, la propia universidad ha contribuido a posibilitar en sus, acaso, dos grandes ámbitos de incidencia directa, a saber, el pedagógico y el laboral.

El contexto actual debería suscitar en los funcionarios de la UAM empatía, comprensión y solidaridad, no retóricas, que es a lo más que han llegado, sino una genuina expresión ética para con su comunidad. Las condiciones socioeconómicas de nuestro país crean múltiples disparidades entre los más y los menos favorecidos por el sistema, la brecha tecnológica es una de ellas. Ésta ha quedado nítidamente expuesta como resultado de la decisión emanada del Colegio Académico de la UAM consistente en dar continuidad a las actividades docentes vía remota. La continuación a ultranza de las actividades, a costa de los que no tienen los recursos suficientes que les permitan acceder a una computadora o un teléfono inteligente, traicionan los mismos principios sobre los que se erige nuestra Universidad.

La directiva neoliberal asumida por la UAM apunta a la individualización y a la segregación, lo cual significa exaltar el egoísmo, la apatía y la auto-explotación, mismas que deterioran el tejido social, lo que se manifiesta en la imposibilidad de construir un proyecto para el beneficio real de las comunidades, compuestas mayoritariamente por la clase trabajadora.

Este escenario es sobre el cual los funcionarios de la UAM han lanzado sendos proyectos de educación en línea, actividades “culturales” a distancia, recomendaciones literarias o fílmicas, seminarios y cursos. Herramientas que se muestra ajenas a las condiciones de vida antes señaladas, ejemplo de ello es la convocatoria lanzada para un “curso de autoayuda” (sic).

La invitación al curso —publicada en la página oficial de Twitter de la UAM Iztapalapa el día 27 de abril—, en medio de la crisis actual, además de ser algo insensible es algo que patenta un prejuicio (y de manera soterrada afirma una perspectiva teórica alejada de las condiciones concretas en las que vivimos). En virtud de defender implícitamente y, al mismo tiempo, reproducir la creencia de una sociedad homogénea, dicha convocatoria supone un estado de condiciones plausibles para llevar a cabo modificaciones psíquicas con el simple hecho de hacer cambios en la persona, soslaya las condiciones particulares y carencias que los individuos puedan tener. En otras palabras, considera como problema a la persona en sí misma.

Este tipo de discurso es una de las ideas más reproducidas en la actualidad, mismas que difunden preceptos del tipo: “Si es pobre es porque quiere”. Lo cual refleja un gran distanciamiento con la comunidad y con las funciones sustantivas que debe ejercer la universidad, sobre todo en lo que respecta a reflexionar la forma en que se configura el mundo y en cuanto a la generación de proyectos encaminados al bienestar colectivo de sus miembros y de la sociedad. En suma, las acciones de la UAM, orientadas a mitigar las consecuencias de la pandemia tienden a psicologizar los problemas sociales, hacen del psiquismo del individuo la causa de su propio malestar, siendo que las causas de los malestares deben rastrearse en el orden de la sociedad y de estructura económica y política. Si los problemas de la sociedad y de las personas que la conforman son, en última instancia, problemas de índole subjetiva, no hay cabida entonces para echar a andar procesos de construcción de colectividades politizadas que impugnen el actual estado de cosas. En efecto, lo que opera en estos discursos psicologizantes es la tentativa por despolitizar las contradicciones económicas, sociales, culturales, históricas que llegan a expresarse mentalmente como malestares. Lo que se pretende es volver dócil al sujeto, volver a incrustarlo en el engranaje de la máquina capitalista para que regresen, una vez “curados”, a cumplir sus funciones productivas en condiciones de alienación y explotación, a ocupar su lugar y activamente echar a andar la máquina y observar su mantenimiento.

En consonancia, el Proyecto Emergente de Enseñanza Remota (PEER) y la forma en que se intentan trasladar todas las actividades al terreno virtual, es otro ejemplo de las acciones que contribuye a la separación entre la comunidad universitaria (Estudiantes, administrativos, académicos y directivos) y la comunidad externa (pero esto será tratado en otro texto). La insensibilidad en el funcionamiento de este tipo de estrategias es evidente, tanto por la distancia física existente, lo que significa dejar muchos componentes relacionales de lado a la hora de su implementación (“cursos de autoayuda”), como por la falta de comprensión de la situación estudiantil de vulnerabilidad. Si bien es cierto que se deben tomar medidas ante la crisis, el disponer de proyectos tan precipitados que omiten al conjunto real de la comunidad da pie a fortalecer y pronunciar las diferencias existentes entre los estudiantes. Su carácter excluyente tiene un eje articulador en las dinámicas políticas de la universidad, caracterizadas por la ausencia de las discusiones sobre los contenidos, pertinencia, orientación política e ideológica, sustentos epistémicos y metodología de las políticas implementadas.

La universidad debe considerar formar proyectos de trabajo más cercanos al entorno social, sobre todo cuando se cuenta con carreras afines y estudiantes aptos que pueden aportar una visión amplia, la cual tome en cuenta las condiciones efectivas en las que se sitúa la comunidad actualmente. Así, la dinámica que podría asumir la universidad, además de tener consecuencias sobre la sociedad, ayudaría a fortalecer la preparación de los estudiantes, lo mismo que retroalimentar la formación de los académicos. Cuestión que representaría una formación más completa y, a su vez, coadyuvaría a la superación del academicismo que tanto daño ha hecho a la formación profesional y su aporte hacia la sociedad de la cual depende. La función de la universidad no puede ser sólo el restablecimiento las actividades, como si la situación externa a las paredes de la universidad poco importaran, sino cumplir con su misión de universidad pública, la cual corresponde a “ser fuente de conocimientos relevantes, en atención, primordialmente, a los problemas nacionales y en relación con las condiciones de desenvolvimiento histórico…”*.


¡Por una universidad crítica y popular!

Crítica Combativa Estudiantil


*Plan de desarrollo Institucional 2011-2024, Universidad Autónoma Metropolitana



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